Autor: Manuel del Blanco González
2002 - VI Premi Nostromo - Dedicat a Jacint Verdaguer
Junio de 1966. El buque escuela Alonso de Ojeda, de la marina mercante española, parte de Europa rumbo al Caribe. Tan solo dos personas a bordo conocen la verdadera naturaleza y destino de las “máquinas de coser” que viajan en una de sus bodegas. El resto de la tripulación, incluidos los ocho alumnos en prácticas, ignora que está siendo cómplice de la gestación de la “guerra del fútbol” ocurrida tres años más tarde en El Salvador y Honduras. Las peripecias de esos jóvenes alumnos –inexpertos, rebeldes y con urgencia de sacudirse de encima una molesta virginidad- recorren el eje principal de la novela. Por primera vez, un autor desplaza el punto de vista de la narrativa náutica desde el puente de mando hasta la sala de máquinas.Una metáfora dentro de la metáfora del mar: el mundo de la sala de máquinas, a la vez sórdido y delirante, pero imprescindible, es una representación de cuantas realidades se forjan en lugares vitales que la conciencia general ignora por parecerle antiestéticos. El relato, escrito en forma de tragicomedia, sugiere la función de la complicidad universal en los desastres del mundo.
Barcelona, 1945. Manuel del Blanco González tiene la suerte de nacer en casa, en la calle de la Marina, al abrigo de las “torres” de la Sagrada Familia. Aún más: por tratarse de los años del racionamiento le es dado el privilegio de mamar hasta los tres años, rodeado por sus tres hermanos mayores que ahogan la pelusilla bajo un océano de cariño. En tal atmósfera asimila la lengua castellana. Sus padres acaban de arribar inmigrados desde el paraíso terrenal, que está en el lugar de Lois, en los Picos de Europa, razón por la cual Manolo se considera un catalán de León. Un edificio de escuelas construido por Gaudí cobija sus primeras letras. Estudia latín en el seminario claretiano de Cervera de Segarra. Tras el bachillerato fatiga las aulas de la escuela de náutica de Barcelona. En 1964, en la sala de máquinas del Júpiter –un vapor de 1900- aprende el oficio de vomitar y apretar tuercas a un tiempo. Maquinista Naval Jefe en 1971, continuó vomitando en otros diez barcos distintos. A partir de 1998 la fortuna le permite adoptar la narrativa como forma de vida.